viernes, 27 de junio de 2014

Interesante. Cuéntame más

"Tengo 76. Excepto por un breve período en los años 50, cuando yo estaba haciendo mi Servicio Nacional, he trabajado duro desde que tenía 17. A excepción de algunos graves problemas de salud, trabaje semanas de 50 horas, y no llame a nadie para decir que estaba enfermo en casi 40 años. Hice un salario razonable, pero no heredé mi trabajo o mis ingresos, y he trabajado muy duro para llegar a donde estoy.



Y teniendo en cuenta el desastre de la economía, parece que haber ahorrado para mi jubilación no fue mala idea. Y estoy cansado. Muy cansado. Estoy cansado de que me digan que tengo que "repartir la riqueza" a las personas que no tienen mi ética de trabajo. Estoy cansado de escuchar que el gobierno tomará el dinero que ganaba, por la fuerza si es necesario, y dárselo a la gente demasiado perezosa para ganarlo.

Estoy cansado de que me digan que debo bajar mi nivel de vida para luchar contra el calentamiento global, a pesar que a nadie se le permitió debatir . Estoy cansado de que me digan que los adictos a las drogas tienen una enfermedad, y que yo debo ayudar a apoyarlos y tratarlos, pagar por el daño que hacen. ¿Fue esto causado por un germen gigante que salio corriendo de un callejón oscuro, y los agarró, y les hizo meter ese polvo blanco dentro de sus narices o introducirse una aguja en su brazo, mientras trataban de combatir al germen?

Estoy cansado de escuchar ricos deportistas, artistas y políticos de todas partes hablando de errores inocentes, errores estúpidos o errores juveniles, cuando todos sabemos que piensan que su único error fue ser atrapado. Estoy realmente cansado que la gente no tome responsabilidad por sus vidas y sus acciones.

También estoy cansado y harto de ver a los hombres y mujeres jóvenes en la adolescencia y a principios de los 20 llenarse de tatuajes en la cara y rellenarse de hierros, logrando ellos mismos de esta forma, quedarse sin un empleo, para luego reclamarle mi dinero de impuestos al Gobierno por estar desempleados.

Sí, estoy malditamente cansado. Pero, también estoy contento de tener 76, porque mayormente, no voy a tener que ver el mundo que estas personas están haciendo".

Bill Cosby

lunes, 9 de junio de 2014

Progreball

Escuchá, el Groncho en la radio

Les dejo una notita que me hicieron en el programa de Gustavo Noriega (@Gus_Noriega), en la sección veraniega de Progreball, lo mejor del progresismo vernáculo, que recién descubrí que subieron a Youtube. Es un compendio de huevadas pero quería actualizar el blog.





El texto al que hacen referencia es una entrada a este blog:  Progresismo, concepto y objeto.

viernes, 6 de junio de 2014

Cosas que pasan

Cristina lanzó emocionada un sistema de medición de audiencias obsesionada en la quimera kirchnerista de editar la realidad. No hablo de IBOPE porque desconozco el tema y cómo auditan el rating, que en primera instancia desconfío.

El cristinismo es antiguo, más antiguo que el kirchnerismo que mientras existió desde lo político, al menos cabalgaba en el delirio bolivariano desde lo cultural y lo económico. En tanto que el cristinismo es una pretensión de gente tan ignorante como millonaria. Si al menos fueran sinceros y se dedicaran a lo que saben: depredar nuestros recursos, pero no, como nuevos ricos quieren generar sus propios paradigmas.

La cheta y parte de su banda de roba abuelos durante el anuncio.

Si fueran los Médicis financiando el Renacimiento, o la oligarquía vacuna argentina generando iluminismo con olor a bosta, pero iluminismo al fin. Pero no. Aun sus bodrios culturales los pagamos nosotros. Los que van a auditar los gustos culturales de los argentinos son los mismos que creyeron en la propuesta artística y comercial de Andrea del Boca.

No hay que ser muy avispado para entender que detrás de esta medida se esconde un gran negocio. Todo lo que del cristinismo no quede claro, lo mejor es pensar que hay un gran choreo atrás.

Independientemente de eso, en su tremenda ignorancia y desactualización, Cristina y su banda creen que existen diferentes tipos de argentinos de acuerdo a dónde vivan, a la dimensión de las ciudades que habitan y ciertas peculiaridades regionales que no alcanzan para definir saltos importantes en la definición estadística del "gusto argentino". 

En cuanto a la percepción de la realidad mediática, lo cierto es que estamos uniformizados estéticamente. Lo que se consume en medios masivos en una barriada pobre del Gran Buenos Aires poco difiere de lo que ocurre en el Gran Tucumán o el Gran Mendoza. Es más Los cortes socio económicos en cuanto a consumo cultural son imperceptibles. Hablamos de uno o dos puntos de rating, máximo 250 mil personas.

Todos leemos o miramos más o menos lo mismo. En Abra Pampa, en Comodoro Rivadavia y en Grand Bourg.

En cuanto a productos culturales no mediáticos, esa uniformidad estética en la forma de entender la vida y percibirla, sólo difiere en cantidad de tiempo de acceso. Una revista que compra una señora del ABC1 porteño en cuanto llega a los quioscos, una joven madre de menos de 25 años, con educación formal incompleta y con precariedad laboral la leerá un mes (o un año) después en una peluquería de Barrio El Tambo de La Matanza.

Los medios son muy buenos para hacernos pensar en ciertos temas pero no sirven para que pensemos de determinada manera. Esa es la verdad y la barrera que frena hacer realidad el 1984 de Orwell. Una vez dije esa frase (en los debates del Congreso por la Ley de Medios) y me revolearon con una botella de agua mineral. Cosas que pasan.


miércoles, 4 de junio de 2014

Morbo y entretenimiento

El cuerpo aparecido en la CEAMSE corresponde a una joven chaqueña de 31 años desaparecida semanas atrás en la Ciudad de Buenos Aires. Había llegado a Capital a tratarse psiquiátricamente.



A pesar de lo macabro de su final la noticia morirá rápidamente, tal vez hoy mismo o mañana a más tardar. Es que esta pobre chica no es la otra pobre chica,  Ángeles Rawson, asesinada y arrojada en un contenedor de basura casi un año atrás, en junio de 2013.

Ángeles era una jovencita de 16 años, de la empobrecida clase media porteña quién además vivía en un barrio emblemático de la Capital, Palermo. Asesinada, según presume la Justicia, por el encargado del edificio. Sin contar las características enfermizas de su familia, entre ellos a su padrastro, ya había suficientes elementos para que se convirtiera en el súper caso mediático en el que se convirtió.

Con esos elementos, alcanzó para proyectar nuestros temores y los peores fantasmas que podríamos imaginar. Cualquiera de los que consumen medios (y son interesantes como segmentos para los anunciantes) podía trasladar esas inaceptables angustias.

De Ángeles asustaba todo. La posibilidad de empobrecerse al punto de vivir cinco personas en 42 metros cuadrados. La chica dormía en el living, pero en Palermo. El excéntrico padrastro que no trabajaba de nada. Con su peinado de adolescente tardío, muy tardío y ochentoso. Una familia ensamblada. La madre que viajaba dos horas hasta zona norte por un sueldo de $3600. El hermano con trastornos de aprendizaje.

Un portero metido en la vida de esa familia y de todas las familias del edificio en un micro clima asfixiante. Las denuncias de apremios, amenazas y operaciones oficiales, lógicamente creíbles con la Justicia que tenemos. En fin, un cóctel explosivamente exitoso para atrapar(nos) a millones de televidentes.



Todos conocemos a una adolescente, a un portero, a una familia disfuncional como la que convivía con Ángeles, vecinos como los del edificio, conocemos un container de basura y suponemos la posibilidad de que la Justicia fuera manejada por el Poder político como se presumió en un primer momento.

La chica que apareció ahora no sólo era pobre, chaqueña, morocha y poseedora de un cuadro de esquizofrenia y delirio místico sino que las grandes audiencias no se sentirán (nos sentiremos) atrapadas por su historia por -precisamente- esa falta de relación entre el mundo de la víctima y el de los que consumen (consumimos) medios.

Paradójicamente es muy difícil que la amenaza de lo que le pasó a Ángeles pudiera pasarnos a nosotros o nuestros hijos. Deberían darse una sumatoria de coincidencias. En cambio, la muerte sin sentido de una persona sin enemigos y sin causa ni motivos aparentes como el de Adriana Paula Judith Giménez es muy probable que nos pudiera ocurrir si nos encuentra un psicópata en el momento y lugar justos.

No está ni bien ni mal. La captura de audiencias es más fácil realizarla sobre sus miedos y por otra parte, el morbo tiene la función terapéutica de aplacar esos temores. De corroborar que no somos nosotros los que estamos tirados allí, en una cinta transportadora de basura. Por eso los conductores pasan con sus autos despacio al lado de un accidente en la ruta, para certificar que no son ellos los que yacen ahí.

 La información es entretenimiento (entretener: tener entre dos situaciones) o no es. Llegamos a nuestras casas cansados y agobiados de un día de trabajo, con nuestros problemas y prendemos la tele para divertirnos (divertir: partir en dos, separar).




Así las cosas. La vida sigue.

martes, 3 de junio de 2014

La esperanza en medio de la devastación

¿Quién es la que cabalga tan tarde con el viento en la noche?
Erlkönig, Goethe.

Hace casi 20 años, recoriendo Kiev me entero de la existencia de un barranco, en la afueras de esa ciudad, conocido con el nombre de Babi Yar. Allí fueron asesinadas en unos pocos días de septiembre de 1941, entre 100 y 150 mil personas.

Mucho tiempo después me topé con un video (que incluyo más abajo) rescatado de la cámara de un joven oficial nazi que registró lo ocurrido. Seres humanos que bajan de los camiones. Les hacen cavar sus propias tumbas, los hacen parar al lado. Les disparan. A otros los llevan hasta el barranco, los hacen tirarse sobre la tanda de cadáveres anteriores. Les disparan.

De Babi Yar solo hay registro de una mujer que resiste, que intenta huir con su bebé y son asesinados en el intento.



Qué es lo que lleva a aceptar con esa mansedumbre el destino. Porqué no negarse a cavar la propia tumba. Porqué no escupir a los asesinos. Porqué no maldecirlos. Porqué esperar el disparo en la nuca.

En el final de La Patagonia rebelde, el alemán Pablo Schulz se niega a cavar su tumba mientras sus compañeros de destino lo hacen en silencio.

Para lograr ese estado mental de entrega primero hay que quebrar a la persona. Pero fundamentalmente alentar la esperanza. La esperanza de que pasará algo que evitará lo que parece definitivo. Que no es cierto lo que parece que está pasando. No sé, no lo tengo claro.



Viene al caso porque me cuesta entender cómo es posible que miles de jubilados argentinos, condenados a la más espantosa de las penurias en el momento más vulnerable de su existencia, sin nada, absolutamente nada por ganar ni esperar no se tiran bajo un tren o se arrojan de un edificio. Porqué no son los viejos los que encabezan las protestas sociales. Porqué uno entre millones no se inmola junto a los que estime, son los responsables de su mísera existencia.

El ser humano es fuerte. El cerebro está entrenado luego de dos millones de años de evolución para mantenernos vivos. A cualquier costo. Un minuto más. Algunos segundos. ¿Será eso?

Leo aquí que "la esperanza como sentimiento tiene su aspecto negativo porque quien la posee vive fuera de su época (contando con un futuro aún inexistente). Quién tiene esperanza puede abandonar lo que realmente tiene para apoderarse de algo que quizá nunca tendrá. También es cierto que los más esperanzados son aquellos que padecen de un temor. Ambos sentimientos se complementan y ahí cabe preguntarse: ¿No sería bueno combatir el temor en lugar de ocultarlo con la esperanza?

Reconozco que estoy proponiendo algo difícil, sobre todo en una cultura que patrocina el miedo y la esperanza de la mayor cantidad de personas, pero usted que me está leyendo, ¿no viviría mejor si pudiera superar los miedos y dependiera menos de la esperanza?"




Recomiendo detenerse a partir del minuto 2.21


En "La Noche" (El Aleph, pag. 41), Eli Wiesel relata con crudeza ese sentimiento de mejor aguantar: "Aquí y allá oí murmurar: - Hay que hacer algo. No tenemos que dejarnos matar, ir como ganado al matadero. Tenemos que rebelarnos.

Entre nosotros había algunos muchachos fuertes. Llevaban puñales consigo e incitaban a sus compañeros a arrojarse sobre los guardias armados. Un joven decía:
- Que el mundo conozca la existencia de Auschwitz. Que la conozcan todos los que todavía pueden salvarse de venir aquí.
Pero los más viejos imploraban a sus hijos que no hicieran tonterías
- No hay que perder la confianza, aunque la espada esté suspendida sobre nuestras cabezas. Así hablaban nuestros Sabios".

La autora del fragmento que sigue es Hélène Berr, (Diario, Anagrama, pag. 185) es el relato de una joven judía de París que reflexiona sobre la posibilidad de ser deportada y morir. En marzo de 1944, pocos meses después de esta anotación en su diario, sería enviada a Bergen Belsen y de allí a Auschwitz, de donde no regresaría:

"Miércoles 27 de octubre (1943). Cuando escribo ´desaparecer´ no pienso en mi muerte, porque quiero vivir; siempre que esté en mi mano. Hasta deportada pensaría constantemente en volver. Si Dios no me quita la vida, y si, lo que sería muy malvado, y la evidencia de una voluntad no ya divina, sino del mal humano, los hombres no me la arrebatan.

Si esto ocurriera, si estas líneas son leídas, se verá claro que esperaba mi destino; no que los haya aceptado de antemano, porque no sé hasta qué punto puede llegar mi resistencia física y moral bajo el peso de la realidad, sino que me lo esperaba".


Finalmente, Franz Wander en "El séptimo pozo" (Galaxia Gutenberg, 2007, pag. 104) cuenta como ficción lo que vio mil veces: "Sólo algunos se rebelan: ¿Por qué no os defendéis? ¿Por qué corréis como carneros hacia vuestra propia destrucción? Pechmann es uno de los que se rebelan. Negocia con los funcionarios franceses, no se ve a ningún alemán. Habla con los representantes de la Cruz Roja, que inspeccionan el campo continuamente, pero nada pueden hacer. Lucha para que no desgarren a las familias, para que no manden a una madre que ha perdido a su hijo en el tumulto. Grita, maldice, convence, consuela. Y por las noches baila con Mariana. Se toman de las manos con fuerza, se miran a los ojos como si quisieran sumergirse en ellos para siempre.

Un día llaman a Mariana. Pechmann la retiene. Espera, le dice, no vayas, no te presentes, no podrán encontrarte entre las masas. Hablaré con los funcionarios, conseguiré que te dejen libre, voy a obtener un aplazamiento, conozco a gente influyente aquí. Huiremos juntos, nos iremos a las montañas…
Ella le pone la mano en la boca y sonríe dolorosamente. No, dice ella, déjame, tengo que ir. Él sabe por qué. Ella se lo ha dicho cien veces: su madre, su padre y tres hermanos están allí. Se va. Y a partir de ese día, Pechmann ya no se rebela. Una semana más tarde, cuando dicen su apellido, cruza en silencio la entrada del silo veinte".

Puede que también tenga que ver la ideología, pero tampoco estoy seguro. Las experiencias de resistencia al nazismo en campos o territorios ocupados, ampliamente, fueron dirigidas y protagonizadas por comunistas. También existió el levantamiento del Gheto de Varsovia.


Cafrune en Purmamarca, Jujuy.

lunes, 2 de junio de 2014

Dickens, Von Mises y Lo que el viento se llevó

Vengo a presentar un malentendido que accidentalmente lo creó en parte mi amado Charles Dickens, quién como muchos de nosotros vivió su vida destilando un asco compulsivo a la sociedad y un miedo pavoroso a quedarse sin un centavo.

Si Dickens viviera sería un twitstar que con sus entradas y fotos colapsaría la red. Sus delirios serían trending topics. Tendría millones de seguidores en Facebook y como era un gran amante de los avances científicos y novedades, seguramente estaría en Vine subiendo videítos cortos.

Dickens creó la Navidad tal y como la conocemos hoy. Había sido abolida a mediados del 1600 en Gran Bretaña hasta que el muchacho publicó "Cuento de Navidad". Allí reinventó lo que hoy vemos como banners navideños en Internet, las luces en el arbolito (que en 1843 eran velas encendidas, que también daban mucho trabajo a los bomberos), los villancicos. Inventó hasta la frase “Merry Christmas” y el hecho de que la Navidad sería por siempre blanca aunque la pasaras en Buenos Aires con 40º de térmica. Faltarían cien años para que Coca Cola mundializara el concepto. Pero es todo obra de Dickens.

Pero lo que nos trae aquí no es el invento de la Navidad sino su novela Oliver Twist, tal vez la primera obra de ficción con contenido clara y deliberadamente social. Allí se relatan las desventuras del pobre Oliver, desesperado del hambre, sólo, y obligado a delinquir. Allí se describe el trabajo infantil, la bestialidad de las condiciones laborales del incipiente capitalismo, la mugre de las calles de Londres, la avaricia (en realidad la obra no trata del pequeñín sino de Fagin) del viejo que dirigía la escuela de niños-ladrones. Es una obra explícitamente racista y estereotipante (se nombra en ella a Fagin como "El judío" al menos 300 veces en poco más de 300 páginas, luego se las tomaría con los negros que conoció en Estados Unidos.


Charles comenzó a trabajar a los 12 años en una fábrica de betún, allí dormía, comía y seguramente lo apaleaban de vez en cuando si se retrasaba en el pegado de etiquetas. Su padre había sido encarcelado por una deuda con el panadero de lo que hoy serían 300 pesos argentinos. Trabajó para mantener a su familia e ir pagando la deuda familiar. En el Londres de 1812 los reos podían vivir con sus familias en la cárcel. Allí estaban también su madre y dos hermanos.

Como en una novela del propio Dickens, su padre recibió una herencia y saldó finalmente su deuda. El joven Charles ya tenía 15 años. Estaba listo para comenzar a escribir sobre lo que había vivido. Y así retrató aquellas imágenes espeluznantes de miseria, suciedad, explotación y espanto.

Mentiroso, mujeriego, moralista y soberbio, vendía sus historias en capítulos anexados a los diarios, ajustaba el contenido de las entregas a lo que escuchaba en las calles y reuniones, pulsaba, en lo que hoy serían los focus groups y el minuto a minuto del rating, sus siguientes fascículos. Un genio del marketing pero mucho más inspirador que esa genialidad es el hecho que, como siempre refería a sus amigos, lo motivaba e impulsaba el recuerdo del hambre que había sufrido.

Esta larga introducción sólo apunta a poder presentar estas líneas de Ludwig von Mises, publicadas en "Seis lecciones sobre el capitalismo".

"Lo cierto es que el capitalismo, pese a cuantos beneficios derramara, fue y sigue furiosamente atacado y vilipendiado. Conviene que nos detengamos un momento en el análisis de las causas de tan feroz antipatía. El odio al capitalismo no brotó de las masas trabajadoras; provino, mirabile dictu, de los aristocráticos círculos latifundistas de las islas británicas y del continente.

Les molestaba a estos privilegiados el que los superiores salarios pagados por los nuevos industriales les obligara a ellos, a los nobles señores terratenientes, a incrementar la soldada de sus servidores agrarios. La hacendada aristocracia centró por eso su crítica en la baja condición de vida de los obreros fabriles.

El nivel de subsistencia de tales trabajadores, evidentemente, desde nuestro actual punto de vista, era extremadamente pobre. Vivían aquellas gentes, sin lugar a dudas, muy mal, pero lo que importa es destacar que tal indigencia en modo alguno era consecuencia del incipiente industrialismo capitalista. La verdad es que esos contratados obreros de las nuevas fábricas llevaban soportando ya, desde siempre, condiciones de vida verdaderamente infrahumanas.

Una de las mayores falsedades históricas es aquel mito, mil veces repetido, según el cual las mujeres y los niños que acudían a las fábricas anteriormente habían disfrutado de idílica existencia. Cuando, en tropel, las tan mentadas madres acudían al taller, no estaban dejando tras de sí agradables viviendas y bien repletas despensas; se amontonaban a las puertas de los nuevos establecimientos fabriles implorando acceso, precisamente porque la mayoría de ellas no sabía ni siquiera lo que era una cocina; y de poco hubiéraseles servido tal conocimiento al carecer de cosa alguna cocinable.

En cuanto a los niños, nadie, desde luego, los arrancó de alegres y caldeadas nurseries; lo que hizo la fábrica fue salvar a aquellos pobrecillos de morir de hambre y de frío en infectos lodazales.

Fácil es refutar toda esa cháchara acerca de los indescriptibles horrores del capitalismo inicial, consustanciales al mismo tiempo, cuando, a través de la revolución industrial inglesa, comenzaba el nuevo sistema a tomar cuerpo, si pensamos que precisamente en tal época, de 1760 a 1830, la población británica duplica su número, lo que proclama bien claro que millones de niños -ayer condenados a desaparecer- podían ahora sobrevivir y llegar a la edad adulta".



Así las cosas, les dejo otra inquietante idea para pensar y si da debatirla: La pobreza es hereditaria La neurocientífica cognitiva Martha Farah sostiene que la segregación excesiva de cortisol, una hormona producida por el estrés, en la infancia, afecta y determina el resto de la vida de ese chico. Sin embargo, como ella misma indica, el cerebro siempre está aprendiendo y se puede revertir. Pero hay que decidir hacerlo.





Por mi parte, como de alguna manera también diría Dickens mientras compartiría una cerveza con amigos, me quedo con la frase de Scarlett O'Hara en el final de Lo que el viento se llevó, "Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos".