Querido diario

Es viernes, estoy contento porque es viernes y porque la vida me sonríe. Reelo las últimas boludeces que publiqué y me quiero matar. Ya ni siquiera estoy en la etapa de decadencia del Blog. Ya no existe. Me sorprendo y a veces me da bronca que esta cagada cada vez tenga más visitas.

Leo los mails con amenazas que me mandan y no entiendo el porqué, si esto ya es vergonzoso. Las amenazas deberían venir firmadas por un Comando del Buen Gusto, más que por algunos perritos saltarines del kirchnerismo residual.

Quiero escribir algo para putear a los que nos están arruinando como país y sociedad y no encuentro las palabras que permitan darle un giro a lo que mayoritariamente ya sabemos, creemos y sentimos los millones de boludos que por acción u omisión permitimos que llegaran y se quedaran.

Intento ver las cosas de otra manera y me topo con la gansa comprando merluza en un puesto armado para ella. OK. Algo tiene que hacer, pero en lugar de irse con la bolsita, la caga. Se la regala a un empleado bancario que justo pasaba por ahí.

Creo que están resentidos porque no los queremos. No les alcanza con que los aprueben y les demuestren algo parecido al cariño, las legiones de desdentados que creen que son la mejor opción para zafar el día.

Quieren que nosotros les prestemos atención en lo que para ellos es interesante. Dudo nuevamente. ¿Será éso? Escucho que ordenan la captura de un viejo de 85 años con Parkinson que casualmente es el padre de la jueza Sarmiento, la que se atrevió a tocarles el culo en esta novela de los DNUs.

Son tan evidentes que creo que hay algo más. Salvo en África que está fuera del mundo, sólo en cuatro o cinco países hay loquitos que creen que pueden sojuzgar para siempre a su opinión pública mediante el miedo. Corea del Norte que ahora fusiló al encargado de una reforma monetaria que no funcionó. Cuba que es un chiste. Venezuela que es otro chiste. Irán, Pakistán y un par más de países marginales. Y objetivamente no funciona en ningún lado.

Dicen que lo que hacen lo hacen por nosotros, como si fueramos inválidos mentales que no sabemos qué es importante, útil o necesario para nuestra felicidad y penitud. Eso es lo que más me enferma. Que se hayan dado cuenta que somos inválidos mentales.

Intento entender porqué la desprecio tanto. Viene a mí la frase que dice que odiamos en el otro lo que no aceptamos de nosotros mismos. Sigo sin entender porqué tanto odio.

A ella la odio, a él lo considero un adversario político. Para qué mentir y mentirme. Es un enemigo político al que no me queda otra que respetarlo. Pero ella no llega a ese nivel. Es insignificante. Es la caricatura del régimen que se cae a pedazos.

Pienso en José Pablo Feinnman que el otro día en una charla informal en la Plata me dijo que él es un pelotudo y ella una genia. Tampoco entiendo porqué un tipo como Feinnman cree eso.

La mayoría de mis amigos kirchneristas me tratan de gorila. La mayoría de mis amigos antikirchneristas me tratan de cómplice de alguna manera de estos escrachos por ser peronista.

A los que suponen que soy de derecha ya no se los permito, No porque me preocupe dónde me ubican en un sistema de medición que ya no existe, sino porque esa etiqueta les permite ubicarse ellos a la izquierda.

Se viene el 24 de marzo, parte de mis contactos en Facebook, amigos, conocidos, se conmueven y publican cosas alegóricas. Me suenan plásticas, impostadas, obligadas por la situación. Nunca en 25 años los había escuchado o leído emocionarse tanto por ese tema. No dudo que lo pensaran. Pero ahora me suena hueco y pelotudo. No hay peor fanatismo que el de los conversos.

Tampoco me importa un carajo. Lo que me importa es que el Pincha pase la fase en la Libertadores y que podamos terminar el estadio.


Una historia de fidelidad y lealtad

Canelo era un perrito cuyo dueño periódicamente se hacía Diálisis en la clínica Puerta del Mar en Cádiz. Una de esas veces, se internó y murió.

Salió del hospital pero por la puerta de la morgue. Canelo se quedó durante 12 años esperando la salida de su amigo. Hasta que un borracho del orto lo atropelló en 2002.

Tiene su monumento y la calle en la que esperaba ahora se llama Canelo. Si a alguien le interesa, ahí está Google.

Estoy un tanto Gótico. Lo sé.