El conurbanis bonaerensis

Hay una fuerza superior que lleva a una persona a querer entrar al Banco a las tres y cuarto de la tarde. Terminar peléandose con el guardia de seguridad. Putear al sistema injusto y dejar impaga la factura de la luz. Hay alguna razón que lo lleva a experimentar ser víctima de un cierto tipo de clasismo racial por ejemplo cuando el tipo del Rapipago le dice que a las ocho de la noche ya no puede cobrarle la factura. Aunque el hombre le explica que alcanzó el cupo, él cree que es porque es un negro de mierda.

Pero lo que tiene de bruto lo tiene de iluminado. Es partidario de la unicidad. En éso está más evolucionado que un monje tibetano. Bautizado como católico, con fiesta incluída, los domingos se pasa cuatro horas en el ex cine Lorraine cantando con los evangelistas, lleva la cinta del Señor del Bonfin do Bahía, de vez en cuando chupa caña Legui con los umbandistas del barrio mientras acogotan una gallina y se tatuó a San La Muerte, por las dudas.

Se hizo plotear la frase "Morir es como dormir sin levantarse a mear" para pegarla en la luneta del coche y relojea por el espejo retrovisor para ver si los que venimos atrás comprendemos la profundidad de la sentencia y nos reímos. A lado, obviamente está la calco de Chango, el boliche de Santa Teresita.


La pasión por las calcomanías llega hasta a su celular. Está lleno de stickers que se ve que le costaron mucho porque no le alcanzó para los auriculares. Pero no es de maleducado, es de solidario. Quiere que escuchemos música de la buena. Por eso es que también habla a los gritos, para que compartamos sus apreciaciones sobre la vida, las tetas de la que va sentada al lado en el bondi o que le duele la panza. Nos hace escuchar "Robé para tí" de El Stylo porque cree que es la culminación artística de la humanidad, claro, si supiera que existe la humanidad.

El mundo termina en Mar del Plata para abajo y en Córdoba, en el barrio Alberdi, cerca del Estadio de Belgrano, para arriba. Los demás países y personas existen sólo en Crónica o Canal 26.

Vive sus impulsos a flor de piel, en éso es más feliz que nosotros. Como no lee los carteles, ni los avisos, en las oficinas públicas va de puerta en puerta. Entra sin llamar a todos lados. Es capaz perder un día de trabajo, tomarse dos micros, el tren y el subte para hacer un trámite de vida o muerte y cuando llega se anoticia que le faltan la mitad de los papeles necesarios. Y que estaban anotados a modo de recordatorio en el mismo formulario.

No entiende mucho de medicina, como todos nosotros. Pero él la tiene clara que en ésta selva si no te hacés respetar te pasan por arriba. Por eso cagan a palos a los médicos en las guardias de los Hospitales y a las maestras del Rulo o el Brian cuando lo aplazan en la escuela.

Cuando hay bardo en el barrio y llegan las cámaras, son los primeros en hacer número. Atrás saltan y saludan los pibes que en verano o pleno invierno están con los pantalones de fútbol y la remera de Boca o la que les regaló Hugo Curto en la campaña del 97. Es increíble también la mala suerte que tienen, cuando hay que evitar un desalojo todos dicen tener un discapacitado en la famila, que en su loca cabecita estiman, podría evitar los plazos procesales.


Es duro. Físicamente durísmo, hasta la envidia. Hay que reconocerlo. Apenas tiene la Triple y la BCG y seguramente vivirá mucho más que nosotros que tenemos desde la Antivariólica hasta la del mal de Koch y cada años nos hacemos una tomografía computada.

Si nuestros pibes salen sin campera en otoño pueden agarrarse tuberculosis. Pero estos machazos andaban en ojotas hasta el día que nevó en Catán. Mientras que cuando nos duele una muela un domingo a la tarde pensamos seriamente en el suicido, éste especímen puede pasarse cuatro meses hasta que la pieza dental esté lista para ser arrancada con una tenaza.


Un misterio del marketing lo constituye el hecho de que el sacacorcho con forma de pibe con el espiral en forma de pene gigante se siga vendiendo como en plena década del 70. Otra pieza que ha sobrevivido es el lobito de mar o el hipocampo que cuando cambia de color nos marca el tiempo. La fascinación por las flores de plástico o los cuadros de montañas con un pasaje del evangelio o el payasito triste siguen generando salida y puestos de trabajo.


Tiene una visión un tanto compleja sobre en qué consiste tener oportunidades sociales. Reparte soda los finde y ya cree tener un futuro. En un pasillo de la casa de sus viejos levanta una habitación y se va a vivir con la novia. A los dos años ya tiene cuatro pibes, dos perros y a la abuela durmiendo en el baño. Obvio que no entran, por eso reclama que el intendente le dé la casa.

Haga lo que haga o lo que deje de hacer, sabe intuitivamente que hay muchos zopencos que los defenderán, los justificarán y alabarán su forma de vida. Los quieren tanto y valoran sus "peculiaridades", que harán lo que sea necesario para que sigan sumergidos en ellas.


Dedicado al botonazo de "Tapones de punta", que en el blog de Arte Política me avisó que me denunció al INADI por discriminador. Mañana escribo sobre los empleados públicos, esos seres inferiores en la escala de la evolución, que usan su pequeño escritorio para recordarnos que somos unos boludos bárbaros por no derrocar a la burocracia, el verdadero poder detrás del poder.

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