Empresarios

Hace un tiempo le vengo comprando Chipá Lagarto (juro que según el vendedor ese es el término que describe la mercadería) a un tipo que a veces me lo cruzo en Avenida Madariaga, en Lanús.

En nuestros reiterados y fugaces encuentros semaforianos me ha contado que a las cinco de la mañana arranca haciendo rosquitas de chipá y los mencionados réptiles que vende hasta las 11, cuando vuelve a su casa en la que su mujer ya ha preparado 10 docenas de empanadas que a su vez, vende en la Municipalidad de Lanús, un registro del Automotor y otros lugares. Los fines de semana vende sus empanadas en la cancha de Arsenal, en la de Lanús, Los Andes y Banfield, según sean locales y no se superpongan los horarios. También me contó que hace suplencias en un lavadero de autos.



El tipo, paraguayo, que está en el país desde los 90. No se considera un sobreviviente. Tampoco un empresario. Pero para mí es lo central de la existencia y fortaleza del capitalismo. Es un verdadero capitalista. Es fácil ser capitalista si sos Amado Boudou, el adolescente tardío clon prolijo de Peter Pan Lousteau, el ministro que no quería crecer. O el dueño de la Línea 60 de colectivos, cuyo componente de subsidios en sus ganancias supera el 60 por ciento de los ingresos.

Convengamos que también debe ser fácil ser comunista si estás en el Comité Central del PC Cubano o si tenías una dacha en Karelia, en las afueras de Moscú o te la pasás sentado fumándote un porro en las aulas de la UBA. Difícil (y cuestionable), pero valorable, es creer en el comunismo después de enterarte que en nombre del humanismo internacionalista se masacraron millones de personas o te tenés que limpiar el culo con un recorte del periódico Gramna.

El capitalismo y la libre empresa (además de la idea de libertad personal y colectiva) se fortalece y perdura en los que profesamos nuestra fe en el sistema. Pero es indestructible por quienes, como el verdedor de Chipá, confían en que si tal vez no zafan ellos, le tocará a sus hijos. Por eso nos matamos para que vayan al colegio, tengan un oficio o una profesión. Para que les vaya mejor que a nosotros, la vida les resulte más fácil y sean -de paso-, mejores personas que nosotros.

¿Qué joda es pensarse capitalista para un tipo que tiene todo?. Y como se planteó en los comentarios del post anterior, terminan viviendo de los subsidios estatales y de las prebendas gubernamentales?. Los mejores ejemplos de capitalismo libreempresario hoy en Argentina provienen de los paraguayos dedicados a la construcción que, mal que les pese al Partido Obrero, no se consideran y no son empleados. Son contratistas independientes, tienen sus herramientas, su forma de mercadeo de su oficio y sus clientes.

Empresarios Nac&Pop Cristóbal López,
Lázaro Báez y Rudy Ulloa Ígor

Y qué decir de los bolivianos. Los que se dedican a la industria textil y los que como en mi zona trabajan en sus quintas cultivando y abriendo verdulerías. O de los chinos continentales con sus supermercados Full Open. También son emprendedores independientes los que mangueando a familiares se compran una cortadora de pasto o una chata para hacer mudanzas.

Estas comunidades no usufructúan las bondades de un Estado dadivoso y prebendario sino que por el contrario la integración lejos de ocurrir en la esfera pública ocurre por su contracción al trabajo y libre empresa.

El desprecio por el “tano o gallego trabajador” en los conventillos porteños de principios de Siglo no es muy diferente al odio subyacente en miles de ciudadanos pobres de las barriadas suburbanas de las grandes ciudades por el “chino del supermercado”.

Es que tal como le pasó al criollo cuyas habilidades económicas eran nulas, víctima del extensionismo feudal que moría hacia el 1900 en las ciudades con el ingreso tardío de la revolución industrial, hay millones de personas que no perdonan que alguien “pueda trabajar 18 horas al día en su negocio y que encima les vaya bien”. Mientras ellos se quedan marginados del progreso económico.

"Vamo a robar a los Chinos"

Como en su momento se reían del “cocoliche”, el idioma mestizado de los inmigrantes italianos, hoy sectores marginales y no tanto, se congracian y divierten con el cortado castellano de los chinos y coreanos. Amén de repetir el estereotipo de que “vienen a quitarnos el trabajo", que también se escuchaba en las calles de Buenos Aires en la época del Centenario de la Revolución de Mayo.

Y por otro lado, está la inteliggenzia progre, travestis disfrazados de neoperonistas, que nos pretenden a todos esclavos de sus subsidios, sus contratos, su pequeñez intelectual, de su corset ideológico berreta, copypasteado de suplementos dominicales del Página 12.

Continuará