Los calabozos de la Libertadora

A propósito de la reunión del PJK algunos despistados podrían llegar a creer que el peronismo anduvo siempre en trajes de 2.500 dólares y que los chacareros o cualquier sector en lucha podrían ser catalogados como enemigos del Pueblo y de la Patria.

Historias cortas de peronistas durante los 18 años de la
Resistencia (1955 – 1973) contadas por sus protagonistas.

“A Armando Cabo no le sacaban ni una palabra. Lo han torturado con picana y nunca habló. Le llamaban el hombre de la negativa. Nunca conocía a nadie de los que le presentaban. En una de las tantas temporadas en prisión -padeció en total ocho años de cárcel- le presentan, para que lo reconozca, a su hijo Dardo, que había sido detenido. Armando niega conocerlo. «Es el colmo, Cabo. ¡Es su hijo!», exclaman exasperados los policías. «Bueno, con ese pelo ¿cómo lo iba a reconocer?», respondió él.” (Blanca Cabo)

“Mientras tanto se iban produciendo detenciones, la cárcel de Las Heras estaba llena de gente y así todas las cárceles del país. Cada uno que luchaba y caía preso salía más templado de la cárcel. Ese fue el error que cometieron ellos, tratar de desperonizar, con el 4.161, donde prohibían hasta llevar un escudito de Perón; si te encontraban con uno, te metían preso”. (Sebastián Borro)

Estando Cooke detenido en el sur, a instancias de Arturo Jauretche, Torres, abogado de la Resistencia, se conecta con la mujer de Jorge Antonio, quien le paga el viaje a Ushuaia y le entrega ropa para los detenidos. Logra entrevistarse con todos. “No dejes de venir mañana a la mañana, antes de irte”, le dice Cooke. Lo hace, y en esa oportunidad el Bebe le entrega un portafolio con correspondencia. El abogado estaba convencido de que las autoridades del penal habían revisado y autorizado el contenido del maletín. Lo que no sabía era que la conversación mantenida con el detenido en la sala de abogados había sido grabada.

“¡No saben la cantidad de instrucciones verbales que daba Cooke!... Que velo a tal compañero y pedile plata, decile a fulano de tal que ponga los caños en tal lugar... Pero la virtud del gordo era que era muy corajudo. Mandaba, pero también iba él al frente. Cuando a la salida me piden el portafolio y lo abren... ¡Me quería morir! Epílogo: me alojaron en la celda al lado de Cooke.” [Fernando Torres]

Comisiones investigadoras de delitos de corrupción y cohecho analizaban la situación patrimonial de todos aquellos que habían desempeñado cargos en el gobierno anterior con la certeza de encontrar irregularidades. Para tener una idea más o menos cercana del significado que tuvo la proscripción, alcan­za con mencionar las inhabilitaciones de por vida a las que fueron condena­dos todos aquellos que hubieran desempeñado cargos electivos, sea de orden nacional, provincial o municipal. Ministros y secretarios del Poder Ejecuti­vo, gobernadores, intendentes electos, autoridades del Partido Justicialista de todas sus ramas, secretarios de unidades básicas, multitud de simples militantes o adherentes fueron detenidos.

En cárceles inmundas y conviviendo con delincuentes comunes, privados de todas las garantías procesales, sometidos a juicios inverosímiles, al revan­chismo y los rencores personales, centenares de ex funcionarios, ministros, senadores, diputados, etc., soportaron durante largos años el precio de ser peronistas.

Si éramos peronistas hasta ayer, no tenemos motivos para dejar de serlo hoy, si no todo lo contrario: Y aunque individualmente estemos desarmados y la represión pueda ganarnos, el pueblo es un gran ejército desarmado que adquiere, a través de la lucha la potencia suficiente para ser incontenible. (...) no teníamos vocación por el martirologio. Había que cumplir con nuestro deber y lo cumplimos. (...) El peronismo es más que un partido. No lo disuelven por decreto ni lo amansan por intimidación. No llamamos a ninguna aventura desesperada. Llamamos a la lucha. [John William Cooke, Peronismo y Revolución, 1971]

En los primeros días del mes de mayo de 1956 fueron devueltos a Buenos Aires algunos de los compañeros que en enero habían sido furtivamente tras­ladados al penal de Ushuaia, Albrieu, Leloir, Cooke, Nicoloni, Amundarain, Mendé, Gómez Morales, Cercijo, Solvcyra Casares, Gamboa y otros se incor­poraron de ese modo a la superpoblada Prisión Nacional de la avenida Caseros, donde disfrutábamos de los últimos progresos de la penología libertadora. Nicoloni llegó enfermo. El rigor de sus carceleros había contribuido a provocarle la enfermedad que no tardaría en llevarlo a la tumba. (...).

La opinión pública ignora todavía las características del régimen carcelario que se aplicó en Ushuaia a los presos políticos. [...] aquel siniestro penal había sido clausurado por el gobierno del general Perón en 1949. Se lo consideraba, entonces, una verdadera condena a muerte lenta. En 1956, por decisión del gobierno militar “de facto”, la cárcel de Ushuaia, cuyo edificio había sido incorporado a la base naval, fue reabierta para los presos políticos y correspondió a distinguidos oficiales de la Armada Nacional el triste honor de convertirse en carceleros.

Los médicos del penal de Ushuaia reconocieron que el régimen era inhu­mano e informaron minuciosamente a sus superiores acerca de la peligrosa desvitaminización que se iba advirtiendo en los detenidos como consecuencia de la pobreza de la dieta, del encierro y la inmovilidad. Las autoridades, sin embargo, no se conmovieron por ello, y mantuvieron ese régimen a lo Conde de Montecristo -al que sumaban el vejamen de los centinelas de vista inclusive en los actos más íntimos de los detenidos- durante 102 días.

En el mes de abril este singular régimen carcelario fue atenuado. Se levantó la incomunicación que pesaba sobre los detenidos y se les permitió a éstos conversar entre sí. Fue en esas circunstancias cuando pidieron autorización para realizar algunas charlas o “mesas redondas” sobre temas no políticos. La autorización fue acordada y, para la primera charla, se escogió el tema del Petróleo, tan candente entonces como ahora. Presidió el debate el doctor Cámpora -cinco años en el estrado de la Cámara de Diputados lo hacían insustituible para esa tarea- y el doctor Gómez Morales formuló una extensa y minuciosa exposición. (Antonio Cafiero, Cinco años después).

“Teníamos celdas individuales, uno miraba cuando llegaban los camiones. “Siempre nos preguntábamos: “¿Quién te defiende?». Ya nos declarábamos culpables y no lo éramos. Había que preguntar quién te defiende la inocencia.” [Miguel Gazzera]

Cuando nuestros compañeros procedentes de Ushuaia se incorporaron al penal de la Avenida Caseros, la descripción del régimen a que habían estado sometidos, sobre el que sólo teníamos deshilvanadas referencias, nos conmovió profundamente. Nosotros tampoco descansábamos sobre lechos de rosas. No faltaban en Caseros quienes habían sufrido iniquidades semejantes. Pero lo que mas nos sorprendía no era la crueldad en sí misma, sino la perseverancia en la crueldad: una inhumana perseverancia de 102 días. Y nos llenaba de orgullo comprobar que nuestros compañeros habían regresado de tan dura prueba con el alma entera y más combativos que nunca.

Alguien pidió un día al doctor Gómez Morales que repitiera en la prisión, para un auditorio más amplio, los conceptos que había expuesto en Ushuaia ante sus compañeros de cautiverio. Gómez Morales no se hizo repetir el pedido y se improvisó, de ese modo, un largo debate, que se prolongó durante muchas semanas, interrumpido a veces por las requisas y, en el mes de junio, por los hechos que vamos a narrar.

Desde el derrocamiento del peronismo hasta entrados los 70 los términos ‘militar’ y ‘militancia’ fueron tomados del código de las Fuerzas Armadas. Esto nos remite a una conducta casi típica para la época evocada: todas las organizaciones insurgentes, no sólo en la Argentina sino en el resto del mundo -aun las de la izquierda más extrema-, incorporaron palabras y hasta grados (comandante, oficial, etc.) propios (le los ejércitos regulares. Así, para los peronistas de la Resistencia, la palabra “militancia” vació su contenido castrense, para dar lugar a la idea de lucha y perseverancia en el objetivo deseado. Ser ‘militante’ significaba estar comprometido con una causa por la que, llegado el caso, había que dar hasta la vida.

“Nosotros seguíamos resistiendo, hacíamos todo a mimeógrafo. Además, siempre andábamos perseguidos, por dos años tuvimos captura recomendada. Yo finalmente tuve cuarenta y cinco días de cárcel. Pero cuando me largaron, el policía de guardia me dice: “Mirá, que soy un peón. Los que ordenan son los comandos civiles. Vos vas a salir y te van a levantar en la calle. Cuando averigüen por vos, nosotros te habremos largado oficialmente. Cuidate porque han raptado gente en el portón mismo». Me llevaron a la Penitenciaría de Las Heras y de allí a Caseros”.

“En la cárcel las celdas de incomunicación son pequeñas, largas y estrechas. Tienen una ventanita con barrotes muy arriba de la cama. Había detenido un comunista que se llamaba Manso y a los gritos nos pedía el nombre y el número de celda de todos (...), él no estaba incomunicado, le permitían ver a la señora, que tenía un bebé de dos meses. En la bombachita de goma del bebé metía la lista y la señora la llevaba a la Liga de los Derechos del Hombre. Era un buen tipo ese Manso. Nunca he vuelto a saber de él. Cuando nos soltaban siempre salíamos cantando la Marcha.” [Hipólito Gallardo]

También los padres de “Cacho” El Kadre recuerdan la cárcel como un momento sumamente difícil para toda la familia, que trataron de sobrellevar con entereza. “Cacho vivió muchos años en la cárcel, más de diez. Cuando caía preso siempre lo íbamos a ver, había familias que se apabullaban, yo me enojaba y les decía: «Están peleando por una causa justa, no son delincuentes. Ustedes tienen que estar orgullosos del hijo que tienen, todo entregaron, su vida, se deshicieron de sus comodidades». A mi marido lo lastimaba ver a Cacho preso, era la impotencia de no poder sacarlo. Lo visitaba mi papá, mi hermana... Para mis hijas ésa fue la adolescencia y juventud que pasaron, las salidas eran ir a visitar al hermano a la cárcel, los domingos y volver a casa y tomar mate...” (Amelia Ester El Kadre)

En otra oportunidad, en la cárcel de Las Heras, los detenidos se alojaban en celdas individuales. La mayoría de los presos debían permanecer encerrados hasta las once de la mañana. Como excusa para poder salir antes del encierro y visitar a todos los detenidos celda por celda, Torres aceptó con naturalidad pasar el lampazo. Desde las siete de la mañana, se dedicaba a lavar los pisos de los corredores, y aprovechaba a pararse en cada puerta y averiguar la condición y el estado del detenido. Una mañana, desde el interior de una celda le preguntan si puede pasar un mensaje al exterior:

-Yo soy Darío Alessandro. Que por favor alguien le diga al doctor Torres que me venga a ver... -¡Ya te estoy viendo! Cuando te levanten la incomunicación vengo para que charlemos -le contestó el abogado muñido de su lampazo.

“Un día llega a la cárcel un delegado metalúrgico, Marranti. Cuando le pregunto: “¿A usted quién lo defiende?”, me responde: “Esteban Rey”. Y del fondo de otra celda se escucha una vocecita que dice: “¡Acá estoy!”.” (Miguel Gazzera)

“El Consejo Superior del Peronismo funcionaba en Farmacia, acá funcionaba todo, ¡Era un desfile de gente! La Comisión de Abogados y Cofade [Comisión de Familiares de Detenidos] también se reunían en este sindicato. Entonces vienen la mamá de Cacho El Kadre y Margarita Contursi, entre otros. Íbamos con la camioneta cargada de mercadería a la cárcel y llevábamos para todos. Cuando Margarita iba a Coordinación, en Moreno, llevaba la comida y no preguntaba quién estaba, decía: “Acá hay comida para los compañeros”. Teníamos un lugar donde juntábamos ropa, comida, alguna máquina de coser, lo que había... En la época del Conintes, alquilábamos colectivos para llevar la gente a Magdalena, para visitar a los presos, comíamos con ellos, pasábamos el día. Esa cárcel la había hecho Perón, una modelo... y la usamos todos los peronistas!” (Alfredo Ferraresi)

Ayer

Vicentico, Daniel Melingo, Calamaro y el señor Flavio

Hoy posteo lo que quiero, si total acá comentan lo que se les canta el orto