Mundos paralelos

Como en el invierno de 2001, los protagonistas de esta historia son trabajadores petroleros reconvertidos. Como en 2001, la gente desesperada, arrinconada en sus localidades lejanas del asiento del Poder público apelan a lo más cercano: el corte de ruta.

Obviamente esa lejanía y la poca entidad y peso de su reclamo y de los actores intervinientes, pasan meses en la ruta esperando ser noticia. El paisaje un día los asimila, y de golpe dejan de molestar.

Pero otro día, un día cualquiera, se necesita esa ruta lejana para circular algo o alguien que sí es importante. Los vecinos de Orán, Libertador San Martín o Tartagal en Salta, sí recuerdan el día que la ruta comenzó a ser necesaria. Más recuerdan el día que la Gendarmería Nacional recibió la orden de reprimir y el Gobierno debió cambiar a los gendarmes del lugar por otros traídos de Neuquén, Córdoba y Buenos Aires.

Fue el día, allá por mayo de 2001, cuando los gendarmes locales se negaron a reprimir a sus vecinos. Los vecinos los aplaudieron, se abrazaron, compartieron mate y torta fritas, y ése fue momento en que el gobierno de De la Rúa comenzó su retirada.

Lo demás nos acordamos mejor. La brutal represión, las muertes de vecinos y trabajadores, la balas de goma, los palos, los incendios, las órdenes de captura y los gases lacrimógenos. También nos acordamos cuando una tarde calurosa del húmedo verano porteño, De la Rúa se tomó el helicóptero en los techos de la Casa de Gobierno.

Ayer, la misma historia. Nada raro, todo normal. Trabajadores con contratos miserables en medio del festival petrolero cortan por tres semanas un inhóspito paraje patagónico. No hay cámaras, movileros berretas, no hay fotos ni epígrafes en los medios nacionales. Nada, ni árboles hay.

Pero ayer iba, por segunda vez en siete meses, el presidente de la Nación a su provincia a anunciar una inversión de 1.500 millones de dólares en obras hidroeléctricas. No es que él fuera a pasar por ahí. No. Él viajó en avión y luego en uno de los dos helicópteros Black Hawk que tiene.

Por ahí tenían que pasar militantes del Frente Subsidiado de la Victoria que se dirigían al acto presidencial. Lo demás lo vimos en la TV. Gases, balas de goma, los gendarmes cual Tortugas Ninja, cabezas de candado, avanzando sobre los protestantes.

A diferencia de los hechos del 2001. Desde los micros, cuando eran reprimidos sus vecinos, gente tan desdentada y harapienta como los que corrían bajo los gases en la ruta, aplaudían, sacaban fotos y filmaban, en medio de los vítores, el agitar de las banderas y los gritos desaforados de alegría.

Triste.