El groncho ecológico.

Tipología y descripción.

La fauna argentina reconoce subespecies del denominado Groncho Ecológico. El de mayor impacto mediático es el Groncho Gualeguaychú, que desplazó al Groncho Greenpeace que es un poco más fino y más simpático para el Groncho Urbano, que percibe la realidad desde los profundos y sesudos noticieros como el de América 2.

El Groncho Greenpeace deriva 15 pesos de su tarjeta de crédito luego de babearse al ver un par de pelotudos que encadenan las orugas de una topadora que derriba una hectárea por hora de los montes salteños o a los que ensartan un Cachalote para saciar el espíritu gourmet de japoneses que viven y mueren en dos metros cuadrados.



Pero el Groncho Gualeguaychú, que descubrió la urgencia y necesidad de hacerse ecológico hace dos años, tiene tiempo y la amenaza que sufre es inmediata. Como es producto de la pequeña burguesía ilustrada, tan afecta a los golpes emocionales, se envuelve en la bandera Argentina que antes sólo sacaba a la ventana de la casa en tiempos de Mundial de Fútbol y se sienta en la ruta a tomar mate y leer la Para Tí.

Negocia siempre con todos, como todo pequebú ilustrated, y como siempre, pierde. Se enoja, patalea, amenaza con prenderse fuego, pero al final, se va a la casa.

El otro groncho al que apelan los didácticos programas y/o noticieros que necesitan cubrir minutos al aire con notas que emocionen a la clase media, tan afecta a conmoverse por lo que le chupa un huevo, es el Groncho Ribereño.

El Groncho Ribereño, expulsado de sus provincias originarias, o segunda generación de marginales, se asienta en las cercanías de los accesos a la Capital Federal. Que sean pobres no significa que sean estúpidos, no, para eso está el Groncho Gualeguaychú.

Arman sus casas en cercanía de cursos de agua putrefactos por la contaminación de las empresas y la complicidad de los gobiernos, y de repente, tal vez por el mercurio o el arsénico que beben, o los sábalos envenenados que comen, se vuelven ecológicos.



Cualquier roncha mosquitera es producto de la contaminación. Patalean y se quejan frente al gran juez que es el insípido movilero que moquea emocionado al ver a un pobre de cerca. Piensan que cuando se apaga la cámara su expediente está en marcha y en vistas de solución. Por las dudas, le piden chapas o ladrillos al intendente.

Hay más, pero estos especímenes tan diversos de la especie coinciden siempre en algo: nunca son responsables de los que les pasa. Nunca su desgracia les permite crecer hasta convertirse en ciudadanos. Nunca se les cae una idea que modifique la realidad. Simplemente actúan para la cámara que, paradógicamente, nunca les resolverá nada.