Paralelismos

A mediados de la década de los sesenta un grupo de militantes de la Juventud Peronista robó del Museo del Regimiento de Granaderos a Caballo el Sable corvo del General San Martín. La dictadura militar de turno tomó el acto como una afrenta personal e inició una búsqueda por todo el país.

Burlados, se rindieron y trataron que se olvidara el asunto.

Quienes lo tenían en su poder, finalmente lo entregaron a un viejo e intachable General de la Nación para que a su vez lo restituyera. El mensaje directo era que el gobierno militar que mantenía proscripto al movimiento peronista a sangre y fuego, no se merecía atesorar y custodiar el sable del Padre de la Patria. Hombre que se había negado a blandirlo contra sus hermanos.

La idea no es novedosa. A principios de los setenta, el grupo guerrillero M19 Colombiano se llevó el sable de Simón Bolívar que se encontraba en la Casa Museo donde murió, al norte de ese país. Tras unos días y luego de generar un importante movimiento de opinión, con iguales razonamientos que los muchachos de la JP vernácula, lo devolvieron.

Hoy se conoce la noticia del robo de la única propiedad de algún valor que tenía Manuel Belgrano, que murió pobre y olvidado, y lo entregó en pago por su asistencia a su médico personal.

Tal vez estos ladrones sean más vulgares y lo hayan hecho sólo por el rescate o una promesa de venta. Pero el mensaje es más lacerante.

La sola existencia de ese objeto es una burla vergonzosa a nuestra clase dirigente. Es la muestra más impresionante, por contraposición, de la degradación y miseria de quienes nos conducen hoy y en el pasado reciente.

Yo, en lo personal, comenzaría a buscarlo en Casa de Gobierno. Si tuviera ganas de caminar un poco, también lo haría por el Congreso.