
Convengamos que no era más mediocre que el resto de los posibles, ni más capaz que otros monigotes. Pero Kirchner quiso enviar un mensaje claro a todos: el ministro de Economía sigo siendo yo.
Esto, que en algún momento le sirvió para construir un poco de imagen de timonel hoy le juega en contra. Cristina -han decidido dos personas-, será la candidata a sucederlo. Por tanto en el inconsciente colectivo se instalará, desgraciadamente para ellos, la idea que ella será la ministro de economía.
Un ministro con cara de oligofrénico, única lectura posible para millones de argentinos adormecidos por el frío, la desesperación de mantenerse en sus míseras posiciones, colgados de un tren o un colectivo es -calculan-, suficiente mensaje.
Pero las cosas no son lo que pretendían. El clima se enrareció de golpe. Las desgracias de Miceli, Picolotti, Garré, la judicialización del tema Indec y el desliz de Skanska, demostraron la vulnerabilidad de la fortaleza gubernamental.
La otra pata, la económica, tambalea no por las fluctuaciones del dólar (que sí permite a millones de argentinos recuperar de pronto la memoria del temblor), o el hecho de desayunarse que el superávit fiscal tiene más de Harry Potter que el propio libro.
La parte de la economía que le interesa a esos millones de cómplices que soportan cualquier desplante o infantilismo simplemente ignorándolos, es cosa seria. La inflación complica en serio en la góndolas de los supermercados.

Mientras tanto Cristina juega a la
"Estadista, mejor cuadro de los últimos 50 años". Sus elegidos y minuciosamente practicados gestos, su tono de voz, su ininteligible discurso poco importa. Porque si algo quedó claro es que Kirchner construyó su Poder(?) en base a la estabilidad económica y la tranquilidad que millones de tipos necesitaban para recuperarse del 2001. Y ellos lo saben.
La fórmula es simple: rigorismo fiscal, impuesto al cheque, retenciones a las exportaciones y manipulación del Presupuesto Nacional para centralizar las erogaciones a provincias y municipios. Subsidios a discreción hasta para los taxistas. Igualito a los conservadores de la década del 30. Igualito.
Lo demás, cartón pintado: La ESMA, la Bonafini, la inversión de los chinos, sus desplantes, su pose de hombre común, su mala educación, su mala dicción y su grotesco general, D´Elía, los piqueteros K, sus acuerdos petroleros, la medocridad de quienes los circundan de manera tan adecuada, los Fernández y la mar en coche.
Convengamos también, que nadie, pero nadie, dentro o fuera del gobierno, toma en serio a Cristina Fernández. Juega en el bosque mientras el lobo no está. Pero el problema es que el lobo en cualquier momento aparece.
Y en su trampa de soberbia factura, tuvieron la jactancia de elegir a un cuatro de copas de candidato a vicepresidente. Julio Cobos, tan ignoto como radical no es capaz de garantizar la continuidad en caso de un ataque de locura de la Primera Ciudadana, de un desplante emocional, de unos gritos arrancándose las mechas en cámara, y encima con inflación.
Esto, que se discute en todos los planos de gobierno, entre el establishment y los grupos de poder, no es un dato menor. Mientras tanto, los que "les interesa el país" saben y creen que la suerte se acabó. Que hay sólo días, hasta la oficialización de listas para ordenar un poco la cosa. La ecuación es simple: si Cristina tiene una intención real de voto del 34 por ciento es que hay un 76 que no la votará. Aunque los candidatos opositores sean unos monigotes casi 8 de cada 10 argentinos no han decidido votar por Reina Cristina pero, saben, que no votarán por cualquiera.
De ahí las presiones sobre Mauricio Macri, de los industriales que "aplaudieron", según la prensa la asunción de Peirano en Economía, y los sectores agroexportadores. Sí, los mismos que se enriquecieron a más no poder con Kirchner, lo que quieren es lo que les prometieron "Un país en serio".
Cristina no es Kirchner, dicen desde el Gobierno, y ése es su principal error estratégico. Si no es Kircher, ¿Quién es?, ¿Es lo que parece que es?. Porque aquello que tanto nos divierte y enfurece ver en ella, es lo que ven todos. Una cosa es una tilinga de Primera Dama, una Inés Pertiné pero que alguna vez ojeó un libro de Jauretche, entretenida dando discursos a sus empleados VIP, y otra cosa es esa misma mujer intentando manejar el país.
¿Quién va a dirigir la Economía, un Peirano cualquiera o Cristina?. ¿Quién firma la garantía del alquiler? Éso es lo que se está dicutiendo hoy entre los pesos pesados. Y contando porotos, del lado del gobierno, los únicos fieles son los sectores petroleros, que son poderosos, muy poderosos, al punto que impusieron un presidente petrolero en 2003, pero no son todo el país.
Mientras tanto, el 82 por ciento de la población, los que dicen que votarán en octubre, siguen mirándolo a Tinelli para enterarse con detalles qué le dijo Rocío Marengo a Ileana Calabró.
Lo único cierto es que el país en el que Cristina se lanzó a la carrera presidencial, apenitas hace una semana, ya no existe. Hoy no podría repetir la parodia de los papelitos celestes y blancos cayendo mientras hace la palomita con las manos sobre su corazón, no hay humor social que se lo banque con una garrafa de gas a $41 y los poderosos envalentonados en que habrá segunda vuelta. Ésa Cristina ya es del pasado.
He dicho