Confesiones de invierno

Son las 13.15, sólo puse una huevada. Pero leyendo el post de Nefastas Momento "Grasas Trans" ( I )... me iluminé.

Al contrario de estas chicas nunca o casi nunca atiendo el teléfono. No me prepocupa quién llama y mucho menos porqué. Le tengo fobia (no angustiante), aunque lo disimulo pensando que como entre la mafia, las cosas se dicen cara a cara. Por eso los mensajes de texto y los mails me salvaron profesionalmente. Sólo hablo o atiendo por cuestiones de dinero.

En mayor o menor medida, cuando suena me sobresalto. Los únicos números que tengo registrados con nombre y apellido son los de personas que no quiero atender. Los registro para no sorprenderme en un momento de debilidad apretando el SEND o levantando el tubo.

A veces tardo dos o tres días en escuchar los mensajes en el contestador. Aunque sé que están allí. No es un desafío, sé que nada cambia porque sepa que algo está pasando o que se resolvió.

Mi filosofía telefónica es "Si el tren no para no era mi tren".

Al contrario de lo que ocurre en las películas y en la literatura de todo pelaje, no creo que la vida se defina en segundos. Sólo un mal guión se resuelve en segundos.

Los que me conocen, aun íntimamente, planifican sus llamadas con tiempo de anticipación.

Vivo lento. Me muevo lentamente. Planifico mis ingresos anualmente, lo mismo que mis trabajos. Ahora estoy resolviendo cuestiones para después de octubre. Lo que hago ahora lo definí tomando sol en una reposera en enero. Tengo suerte, lo sé. Gano dinero haciendo lo que me gusta y los que pagan saben que soy bueno en eso y se lo bancan.

Sin embargo, lo más paradógico es que muero por tener un IPhone.

OK. Hoy no tenía nada interesante que postear y caí en el Blog tipo "Querido diario". Es que en este país nunca pasa nada.

Tuuuuuu, tuuuuuu, tuuuuuuu...