Peregriné a la Meca y giré la Kaaba en Ramadán. Crucé el Sahara con las caravanas de la Reina de Saba y Salomón me rozó con su túnica.
Toqué en Jartúm la esmeralda que cura todas las enfermedades del cuerpo y los dolores del alma. Caminé con las manos en Somalia.
Pisé brazas ardientes en Bangalore y bebí agua del pozo que abrió la Virgen María en El Cairo.
Combatí a los jibaros en las márgenes del río Marañón. Cortaba abedules en Vladimir cuando llegaron los vikingos al Rus.
Vendí bolas de fraile y churros en la estación Glew.
Pescaba en el mar de Mármara la tarde que cayó Constantinopla. Le cebé unos mates a Güemes para tranquilizarlo luego de cagar a trompadas a Castelli en Yavi.
Lloré con mis camaradas la madrugada en la que entramos al Palacio de Invierno al ver tanto lujo y comida juntos.
Bendije el api blanco en el Tiwanaku el día que nos conquistaron los mollos. Voté a Ubaldini gobernador en el 91.
Participé con los Cazadores de Alcántara de la última carga en el río Igam, cuando perdimos el Riff. Hice mi último viaje en tren rumbo a Treblinka.
Besé la piedra sagrada del Turkestán que permite ver el futuro. Sin embargo no pude imaginar que durante 12 años nos iba a gobernar una banda de piratas del asfalto.
Y un día me fui. Más viejo, más gordo, más pobre, pero dispuesto a empezar de nuevo. Gracias.