lunes, 22 de diciembre de 2014

"Persona no humana".

Esta Sandra, como otras sandras del conurbano bonaerense o de los barrios pobres de la Ciudad de Buenos Aires pudo haber tenido cinco pibes, atender en mesa de entradas del IOMA y dedicar su vida a hacer pastafrolas o romper amortiguadores de motitos Motomel. Pero esta Sandra desde que nació, hace más de 20 años, estuvo condenada por un crimen que no cometió, haber nacido orangutana. Si hubiera cometido el crimen más aberrante del Código Penal ya estaría en libertad condicional.

Hasta hace apenas 150 años no era fácil discutir el hecho de que el hombre no estaba constituido a la imagen y la semejanza de Dios. Y que los animales, sin ese "fantasma" denominado alma eran apenas máquinas dispuestas para servirnos. Pero luego de Darwin, como no les quedaba mucho margen surgió el debate por la singularidad de lo humano.


La orangutana Sandra

Aunque a muchos les cueste reconocerlo (y reconocerse allí) la discusión sobre los derechos de los animales es la última gran batalla del pensamiento teológico, aunque ya ni la Iglesia Católica se muestre interesada por tomar parte de ella. La pelea se fundamenta en la creencia de que los seres humanos somos especiales por tener "alma".

Obligados a admitir el origen en común con todas las especies al menos quisieron reservarse el derecho a esa especificidad por ser nosotros los únicos seres que razonan. De esa simple e imperceptible manera volvieron a imponer el discurso moral ya que por lógica, solo puede haber obligaciones recíprocas entre iguales.

Si bien la filosofía no se ocupó mucho de este asunto, primero Tomás de Aquino y luego Kant consideraron que como los animales únicamente eran medios para la provisión y satisfacción de nuestras necesidades, se justificaba que no se podía ni deberían existir deberes hacia ellos. Aunque desde ese rudimentario razonamiento, también plantearon lo que llamaron deberes indirectos, que surgen de nuestras obligaciones (morales) hacia la humanidad.

Resulta simpático observar hoy día a los modernos escandalizados opositores a que un mono superior haya sido considerado por un juez argentino como persona no humana ya que los argumentos que utilizan pertenecen al ámbito religioso. Se suman así al Papa Pío IX quién en 1830 prohibió la fundación de sociedades protectoras de animales, ya que sostenía que no tenían más sentido que perturbar a las buenas personas con ideas que podrían llegar suponer la existencia de obligaciones hacia los animales y que se oponían a lo que señalaba la Biblia. Considérese también que una mente superior como la de Pío IX decretó la infalibilidad del Papa (o sea de él mismo) y condenó enfáticamente la anestesia en los partos y el pararrayos entre otras genialidades.

Los primeros señalamientos en contrario -cuándo no-, surgieron en Gran Bretaña. Es Bentham quién incorpora el concepto, luego retomado por muchos hasta llegar al Nobel de Literatura J.M. Coetzee, de que la cuestión no es si los animales pueden razonar o hablar, sino si pueden sentir o sufrir. Lo que sí se sabe fehacientemente es que algunos animales tienen la experiencia de su propio bienestar y por lo tanto son conscientes de sí mismos; experimentan el temor, el sufrimiento, algo parecido a la angustia, la frustración, la depresión y hasta en los perros y otros mamíferos superiores conciben la idea de injusticia en el reparto no igualitario de comida o juegos.

Puede que los monos superiores no puedan componer piezas musicales de la envergadura de Duraznito de los Pibes Chorros pero como el propio Darwin afirmó, fortalecer el sentido de humanidad hacia los animales es una de las últimas adquisiciones morales del ser humano.



Prueba irrefutable de nuestra superioridad sobre los monos

Ya el doctor en Filosofía canadiense, Michel R. Fox, advirtió hace años que excluir a los animales de la escala moral ha fracasado al momento en que los discapacitados mentales, los bebés, enfermos en estado de coma y otros, muestran deficiencias cognitivas y de racionalidad similar a los animales menos evolucionados.

Incluso se ha demostrado que monos superiores identifican tantas abstracciones como niños de seis años de edad. Y más aun, algunos psicólogos cognitivos arriesgan la loca teoría de que el votante medio argentino tendría (y aquí enfatizo el "tendría") la posibilidad de pensar que hay algo más allá de las doce cuotas de un calefón o un Led 32 pulgadas.

También el filósofo australiano Peter Albert Singer ha marcado las similitudes estructurales, no sólo en lo discursivo, entre el movimiento anti esclavista, las campañas por el sufragio universal, las luchas por la igualdad de los sexos y la pelea por el reconocimiento de los derechos de los animales. Dice Singer que estas reivindicaciones vivieron también el descrédito y la burla de los "bien pensantes" y fueron consideradas extravagancias hasta que en un momento terminaron adquiriendo la fuerza de una causa racional.

Considérese que si bien la compañera Sandra tampoco entiende cómo es que el estadista en mocasines y la presidente Cristina Fernández pudieron hacerse millonarios siendo los últimos 30 años de su vida empleados públicos, puede llegar a expresar mediante señas aprendidas que es difícil de entender cómo Boudou no está en el Penal de Mercedes.

A fines de los 90, el Nobel sudafricano Coetzee realizó un grupo de conferencias que luego fueron compiladas en su libro "Las vidas de los animales". Allí entre otros conceptos retoma el de la ignorancia voluntaria de los alemanes que vivían en las cercanías de los campos de concentración.

Convivir con los zoológicos o conocer atrocidades que se realizan en muchos criaderos de animales para el consumo alimenticio sin mostrar ninguna inquietud no se diferencia en mucho de la disonancia cognitiva de los buenos ciudadanos nazis.

Esa perversidad tiene un mismo origen que no es otro que la negación de derechos a quienes no se encuentran reunidos en una etnia o a una especie. Los crímenes nazis pudieron cometerse porque se suprimió el concepto de humanidad al tratar a las personas como animales, pero a pocos les escandaliza aceptar para los animales lo que nos resulta insoportable para los seres humanos.

Por otra parte, justificar el sufrimiento del ganado o las aves de corral, por caso, aduciendo que son especies destinadas al consumo, desconoce lo fundamental de ese negocio: el sufrimiento no se lo ocasiona porque en la industria de la alimentación son malvados, se los hace sufrir porque es más caro no hacerlo.


La Exposición Universal de Bruselas de 1958 tenía
un zoológico que incluía a una familia congoleña.

La supuesta superioridad del ser humano por sobre las otras especies descansa en nuestra capacidad racional, pero hay muchas construcciones mentales y asociaciones racionales que por su complejidad exigen un aprendizaje largo. Por cuanto hasta no tener esas destrezas podría no considerarse al ser humano como completo. 

Claro que aquí podría también esgrimirse que el hombre contiene esa potencialidad desde que es un embrión pero lo mismo ocurre, hasta alcanzar su límite, con los monos superiores que pueden realizar abstracciones a la par de un ser humano promedio si son estimulados convenientemente.

Y adentrándonos un poco más, cuál sería el límite para no excluir a comunidades culturales menos avanzadas como las tribus recientemente contactadas (observase que digo contactadas y no descubiertas para que no se me tiren encima los políticamente correctos) en la amazonia peruana o a quienes por sus limitaciones intelectuales carecen de la capacidad de realizar ecuaciones simples o quienes viven en el presente continuo como miles de pibes quemados por el Paco.

Con ese concepto ¿qué obligaciones morales tendríamos respecto de un Neanderthal o con cualquier ancestro del sapiens? ¿Deberíamos considerar que sólo otorgaríamos derechos a quienes pertenecen a líneas directas que condujeron al hombre actual y dejaríamos de lado al Neanderthal cuya línea evolutiva apenas fue mezclada con el Cromagnon pero del que no descendemos?

Pero avancemos un poco más, aquí el sentido de la tortura ni siquiera se sustenta en un concepto utilitarista como podría ser obtener información, sino en reducir al otro a la condición de cosa. En un objeto para utilizar en el entretenimiento como lo es un animal en un Zoo. Degradar un cuerpo al someterlo a las perversiones más inconcebibles esconde el secreto deseo de arrancarles la humanidad, convertirlos en cosas. Que se queden siendo las cosas que decretamos que sean.


Sueño con un país que considere persona no humana
a todos los animales, sin importar dónde hayan militado.

La decisión de torturar hasta la locura a una orangutana, por nada más que diversión, es socialmente aceptada pero si el proceso es individual consideramos rápidamente que estamos frente a un psicópata que carece de empatía para entender el sufrimiento que ocasiona.

El debate sobre la orangutana declarada en un fallo histórico como persona no humana tal vez permita abrir el otro gran intercambio de ideas que sigue pendiente, que es la inadmisible existencia de zoológicos en pleno Siglo XXI. Además a los zoológicos habría que cerrarlos por cuestiones económicas, para eso ya estamos financiando a las murgas y a Carta Abierta.

Le Ley y el derecho son construcciones sociales, lo mismo que la idea de igualdad. Ya casi nadie sostiene el iusnaturalismo ni cree seriamente que como hay un Dios que ordena el día a día por lo tanto hay leyes que emanan de él. Sin embargo, esa estructura de pensamiento atávico pervive en quienes creen que existen cosas "que están dadas" o "que son así las cosas" y no se pueden modificar.

Aunque resulta tentadora la idea (más considerando la cercanía de las PASO de agosto próximo), quienes defendemos la idea de que los monos superiores deben ser considerados personas no humanas, no impulsamos el derecho al voto de los animales ni la prohibición de comerse unos chinchulines.

Los detractores, que se sienten amenazados por este fallo, hacen hincapié en que un animal con un cerebro con tantas rugosidades como el nuestro y compartiendo la casi totalidad de las cadenas genéticas, como el de esta orangutana, no tiene conciencia racional. Por tanto dicen que no debería tener derechos, pero no se advierte que un bebé tampoco posee la capacidad de realizar procedimientos utilizando sus lóbulos frontales. Y tanto en el caso de mona Sandra como en el del bebé, los que debatieron en algún momento sobre ello son otros, no los protagonistas.

En el museo de la Junta de Valladolid pueden verse los originales de un debate que ocurrió hace apenas 500 años sobre la existencia o no del alma en un indígena americano específico, que casualmente estaba presente, sentado junto a esos dos sacerdotes durante ese simpático intercambio de ideas.





"Esta es una batalla de ideas en un
debate entre lo es que justo y lo que no lo es". 

Les dejo este video con la conferencia que brindó en 1989 Tom Regan en el Royal Institute de Gran Bretaña, en el debate "¿Necesitan los animales una declaración de derechos?".



NOTA: la publicidad es un espanto pero ese dinero va a Titucha, un hogar de perros de la calle de La Plata que alberga a más de 900 animales. Si clickean no me ofendo.